EDUARDO VICENTE, UN PINTOR DE MADRID

Mar 1, 2017 | Cultura | 0 Comentarios

Antonio Rodríguez de Prada

Eduardo Vicente nació en Madrid en 1909, en la casa cuartel de la calle Batalla de Salado, donde su padre, oficial de la guardia civil, estaba destinado. Tuvo cinco hermanos, uno de los cuales, Esteban, seis años mayor que él, sería también pintor.

Se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y realizó su primera exposición en 1928, en el Ateneo. Al igual que se hermano, en aquellos años frecuentaron ambientes intelectuales, y fueron amigos de Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Alberti, Pedro Salinas, Maruja Mallo o Francisco Bores.

A la llegada de la República, colaboró con entusiasmo en el proyecto de Museo Ambulante de las Misiones Pedagógicas, impulsado por Manuel Bartolomé Cossio y la Institución Libre de Enseñanza. El Museo trató de llevar la gran pintura española a la población rural, a través de copias de obras maestras que hicieron Ramón Gaya, Juan Bonafé y Eduardo Vicente. Para las Misiones Pedagógicas Eduardo copió en el Museo del Prado obras de Goya, Berruguete y Murillo, algunas de las cuales se conservan en la Residencia de Estudiantes.

Durante la guerra formó parte de los servicios de propaganda de la República, y realizó dibujos y acuarelas que recuerdan al Goya de los grabados de los desastres de la guerra o a las fotos de Robert Capa; algunas de estas obras se presentaron en el Pabellón Española de la Exposición Internacional de París de 1937, en la que se expuso el “Guernica”.

Perdida la guerra, al contrario que muchos de sus amigos, se quedó en Madrid, como uno más del exilio interior. Su hermano Esteban, afincado en Nueva York, llegó a ser uno de los grandes pintores de la abstracción norteamericana, cuya obra podemos contemplar en su museo de Segovia. Eduardo sobrevivió, dedicado a la pintura industrial, hasta que José María de Cossio le eligió como ilustrador de la Enciclopedia de los Toros, y comenzó a exponer regularmente en la Galería Biosca.

Realizó algunas exposiciones importantes en Nueva York y Venecia, pero, aficionado a vagabundear por los barrios, su tema principal fue siempre Madrid, sobre todo el Madrid popular, su vecindario, sus calles y sus ambientes; pero no

fue un pintor realista, porque la ciudad que el pintaba no existía ya, era una ciudad recordada, desolada y triste. Su estilo, quizá por compartir figuras y escenarios, se ha comparado con el de Leonardo Alenza o Ricardo Baroja, y se caracteriza por el dibujo ágil, apenas esbozado.

En 1950 la Editorial Afrodisio Aguado editó su libro de dibujos “Tipos de la calle” y en 1955 realizó ilustraciones para el libro “Mi tío Jacinto”, de Andrés Laszlo, que sirvió de argumento para la película de Ladislao Vajda, una historia de pícaros con estética imitación de los neorrealistas italianos.

Falleció en su estudio de la calle García de Paredes el 9 de mayo de 1968, pero no fue encontrado hasta tres días después, cuando sus amigos de tertulia se extrañaron de que no fuera por el Café Gijón.

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