Luis Asua
En España, donde el individualismo impera y que incluso tiene reflejo en nuestras leyes que marcan la condición necesariamente temporal de toda organización, hay que felicitarse por el cuarenta aniversario de la Asociación de Vecinos El Organillo.
Como concejal que fui de un partido de centro derecha no coincidía siempre con las posiciones de la asociación pero nunca dudé de la lealtad de sus planteamientos en beneficio de lo que denominan el barrio, denominación mucho más romántica y expresiva que el administrativo distrito.
De todas las cuestiones vividas con El Organillo, me quedo cuando unimos fuerzas para pedir desde el gobierno municipal y reivindicar también desde la Asociación las primeras aperturas de los terrenos del Canal de Isabel II en la época en que era presidente autonómico Alberto Ruiz Gallardón. Creo que sin ellos no le habríamos convencido. Esa decisión fue crucial para Chamberí, y la calidad de vida de sus vecinos tan carentes hasta entonces de zonas verdes y deportivas.
En cuarenta años hemos asistido al mayor avance en la prosperidad de nuestra sociedad, al que por supuesto, no ha sido ajeno Chamberí. Nuestro progreso en particular se ha llevado a cabo sin estridencias, ni grandes desequilibrios. Se ha mantenido la calidad de vida y la peculiar forma de ser chamberilera de «ciudad dentro de la ciudad», o una orgullosa forma de ser ciudadano, irónico, muy trabajador, libre e independiente.
Las asociaciones superan a sus miembros pero como mencionaba al principio somos un país muy individualista por lo que me referiré a una persona. Quiero felicitar y rendir homenaje al gran, en todos los sentidos de la palabra, Diego Cruz. Sin su dedicación, trabajo y talante muchas veces independiente de la disputa política, dudo que el Organillo hubiera llegado hasta hoy con el protagonismo que tiene.
Muchas felicidades.
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